La alimentación consciente es una práctica que nos invita a vivir el presente a través de un momento de conexión con el alimento. Sin embargo, ser conscientes de nuestra alimentación es más que eso, es la expresión de un camino evolutivo de nosotros mismos en otros planos, un deseo de cambio en muchos otros sentidos que no se restringe solo a lo alimenticio.
De todas maneras, esta práctica nos propone una revisión de “costumbres alimenticias” y la adopción de una mirada crítica y constructiva en relación a nuestros hábitos y estilo de vida.
Implica una mirada integradora de nuestro ser desde el entendimiento de que el alimento puede ser nuestra medicina y por eso, saber qué se come, cuándo se come, cómo se come y por qué son algunas de las preguntas fundamentales en este camino. Comenzar a transitar estas preguntas es importante porque el alimento es energía y tiene la capacidad de modificar la nuestra.
Nuestra relación con el alimento está muy vinculada con la cultura social y familiar en la que nos criamos y muchos de los significados que adquiere la comida tienen que ver con las emociones o con momentos a los que está asociada. Prestar más atención a estas situaciones y registrar el por qué lo hacemos es otra de las formas de empezar a revisar nuestros hábitos, cuando vemos que éstos nos juegan en contra.
Por otro lado, desde una perspectiva “consciente” vemos como muchas veces se banaliza al acto de comer como un “momento más” del día: se come mirando la televisión, noticias, mientras se trabaja o con el celular en la mano, sin siquiera darnos cuenta de lo que estamos degustando. Lo creamos o no, esto complica la digestión de los alimentos y la absorción de los nutrientes. El masticar es también una parte fundamental de la digestión. Esa desconexión tan naturalizada tiene un impacto en nuestro bienestar.
¿Comemos por hambre o porque llegó el horario de la comida? ¿Cuánto comemos en cada momento del día? ¿Registramos sensaciones luego de comer? ¿Qué emociones nos atraviesan? Cuando comemos también podemos estar canalizando otras cosas, por eso está bueno ir de a poco pero comenzar a prestar atención en estos momentos.
Si comenzamos a re-pensarlo, el acto de nutrirnos puede adquirir un significado mucho más profundo, puede transformarse en un instante valioso y feliz de nuestro día, si le damos ese lugar.
Algo que no tenemos que dar por sentado es tener acceso a un plato de comida. Eso ya nos da motivos para agradecer. Luego, conectar con el disfrute y la nutrición que el alimento nos proporciona. Comer despacio, sentir el sabor, la textura, el aroma de los alimentos realmente aumenta nuestros sentidos, nos conecta con el momento presente. Al mismo tiempo genera satisfacción al calmar el hambre. Cuando estemos a punto comer, procuremos intentar focalizar nuestra atención en eso, para generar ese registro del presente.
Se puede practicar realizando un pequeño ritual antes de comenzar a comer: detenerse a mirar el plato, respirar hondo y agradecer por la posibilidad de tener comida ese día. Eso ayudará a conectar más con ese momento y a darle el valor que tiene. Masticar y tomarse por lo menos 15-20 minutos para hacerlo. ¡Disfrutar el momento!
Alimentarnos conscientemente también te invita a preguntarnos qué es lo que estamos comiendo y si es nutritivo, si lo elegimos, cuál es su calidad, si nos gusta, quién lo preparó, de donde vino ese alimento, cómo se conservó, quiénes fueron los involucrados en la cosecha o en la elaboración, qué hacemos con los residuos que generamos luego, por ejemplo. Ese tipo de conexión hoy en día, más en las grandes ciudades, es muy rara pero es fundamental si queremos comenzar a tener una mentalidad más activa y autogestiva de nuestra vida y salud.
Poder preguntarnos estas cosas no es más que el comienzo de un camino de autoconocimiento que, como decía, excede al ámbito de la alimentación. Sin embargo, creo que la comida es una de las acciones humanas más primarias y por ello, más importantes a la hora de pensar en una evolución personal.
Alimentación consciente es para mi alimentación presente, inteligente y con sentido, con un propósito de nutrir el cuerpo, la mente y el espíritu y con la idea de que el alimento tiene un potencial para preservar y restaurar la salud de manera natural. No da lo mismo comer cualquier cosa. Implica conocernos y hacernos responsables de nuestro camino y decisiones, ser participantes activos en nuestras búsquedas. Sin exigencias, con propósito.